El Dr. José Luis Castilla, especialista en Medicina Física del HARE de Lebrija, premiado por la Academia de Medicina de Sevilla

Dr. Jose Luis Castilla. SAMFYRE

 

 

José Luis Castilla, especialista en Medicina Física y Rehabilitación ha sido premiado por la Real Academia de Medicina y cirugía de Sevilla por su trabajo de investigación sobre la traumatología en el Siglo XVIII en Sevilla. 

En el último siglo de actividad del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, antes de su primera abolición por las Cortes de Cádiz en 1812, Sevilla protagonizó el primer hito científico en España a la luz de la Ilustración con la fundación siete años antes del comienzo del XVIII de la «Veneranda Tertulia Hispalense» de la que poco después nacería la Regia Sociedad y de ella, la actual Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. La nueva sociedad fue la primera entidad científica de España, 34 años antes de que se fundara su homónima en Madrid.

«La traumatología fue el motor de arranque en el nacimiento de la academia, respondiendo al boom científico que a principios del siglo XVIII se vive en España gracias a las ideas de la Ilustración francesa y a la llegada del primer rey Borbón, Felipe V», señala José Luis Castilla, especialista en Medicina Física y Rehabilitación en el Hospital de Alta Resolución de Lebrija y autor de «La Traumatología en los inicios de la Real Academia de Sevilla». El estudio ha merecido el premio de la Universidad de Sevilla sobre Cirugía o especialidades quirúrgicas, dentro del concurso científico de premios de la academia correspondientes a 2016.

En 180 páginas, José Luis Castilla desarrolla la influencia de la traumatología en la creación de la academia y en la revolución que supuso su fundación para la práctica de una medicina entonces más cercana a la Edad Media que a la modernidad.

Castilla incide en que los mayores avances se alcanzaron en cirugía y gracias «a los muchos pacientes que facilitaba la Armada y el Ejército como consecuencia de las guerras de la época». Según el médico especialista, «las diferencias básicas entre la medicina que se practicaba en el siglo XVIII y la actual son la anestesia y los antibióticos, pero, aunque los materiales y los instrumentos son mejores, se producen las mismas lesiones con la diferencia de que antes te podías morir por una amputación y hoy en día no».

La protección a las ciencias de Felipe V propició que fueran los médicos revalidados los que rompieran con las antiguas enseñanzas universitarias y abogaran por una medicina más práctica, más empírica y con contacto directo con el paciente y también con los cadáveres. Los médicos revalidados hacían su aprendizaje trabajando al lado de un profesional competente y una vez instruidos en la materia médica pasaban una reválida y obtenían el título.

El autor del estudio premiado señala que «en Sevilla, estos médicos revalidados, que tenían una formación no memorística y trabajaban a pie de cama, se dieron cuenta de que lo que se enseñaba en la universidad o no servía o era insuficiente, y por eso deciden fundar la academia». En aquel momento, la enseñanza universitaria de la Medicina «se seguía basando en los textos clásicos de Hipócrates, Galeno o Avicena», destaca Castilla. Por la nueva visión científica, los médicos revalidados «fueron atacados por la universidad y los doctores antiguos, incluso fueron acusados de herejes por la Inquisición».

Salvando los siglos y los avances científicos, Castilla opina que actualmente existe cierto paralelismo con esta situación, ya que considera que «en mi campo, tú no aprendes medicina hasta que no estás en un hospital, y aunque con los planes nuevos se hacen muchas prácticas, tú no aprendes hasta que no tomas decisiones; eso es lo difícil en una consulta y eso se hace con la práctica diaria y cuando te enfrentas realmente al toro, cuando te encuentras solo con un paciente y tienes que resolver el problema de la mejor manera posible».

En este mismo sentido, el especialista en Medicina Física y Rehabilitación subraya que también en el mundo medico hay profesionales «a los que les cuesta adaptarse y reciclarse» en relación a las tecnologías informáticas y digitales. «Llegar con ideas renovadoras y modernas, o simplemente con ganas de hacer las cosas de otra manera que crees que puede funcionar, no está bien visto porque rompes el esquema con el que están acostumbrados a trabajar. Aunque no te llaman hereje, no te queman en la hoguera, pero la guerra pública hoy en día puede ser mucho peor», añade.

Para redactar el estudio, José Luis Castilla, sevillano de 43 años de edad, casado y con dos hijos, se ha sumergido en los archivos de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, donde se guardan muchas de las actas de las reuniones de los jueves, en las que se elegía un tema científico y se le encargaba su estudio a uno de los miembros de la sociedad. «Después se debatía el tema en una nueva reunión y quedaba plasmado el debate en las actas y posteriormente en las memorias de la academia», indica el autor que ha tenido que rescatar muchos documentos.

En este trabajo a Castilla le ha sorprendido que «a pesar del carácter renovador de la academia y de querer romper con la formas seguidas en la universidad, siguen nombrando muchos textos clásicos, lo que demuestra que aunque tienen un carácter renovador en cuanto a la práctica siguen con una formación teórica clásica hasta que comienzan a llegar a Sevilla en la segunda mitad del siglo XVIII textos y libros con auténtico carácter renovador».

Los documentos también confirman que tras la Revolución Francesa se produce un patrón en los avances científicos al cortarse toda comunicación con las sociedades científicas del país galo, al temer los borbones españoles que se pudiera repetir una situación revolucionaria en la península.

 Fuente:ABC: Cuando Sevilla revolucionó la medicina española;

 


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